El número de personas que tienen diabetes mellitus tipo 2 se ha incrementado vertiginosamente en las últimas décadas. En 2019 la Federación Internacional de Diabetes estimó que la enfermedad afectaba a 463 millones de personas en el mundo, prácticamente 10 de cada 100 personas que tienen entre 20 y 79 años la padecen. Las recomendaciones internacionales para el control de la diabetes se fundamentan tanto en una adecuada atención sanitaria como en un cambio de estilo de vida de las personas que la padecen. Sin embargo, el creciente impacto de la diabetes mellitus tipo 2 en América Latina y el Caribe refleja que existen importantes desafíos para hacer efectivas estas recomendaciones.
Desde el proyecto CEAD nos hemos propuesto identificar los factores que propician o dificultan el control de la diabetes en América Latina y el Caribe. Para ello realizamos una revisión sistemática de la literatura en cuatro de las bases de datos médicas más relevantes identificando 48 estudios que aportaban información sobre las barreras y facilitadores para el buen manejo de la diabetes en estos países.
Aunque muchos de los países de América Latina y el Caribe tienen cobertura sanitaria universal, en la práctica los estudios identificaron que la escasez de recursos humanos y físicos es un reto para los sistemas sanitarios. Además, las dificultades financieras y las obligaciones laborales de los pacientes hacen que la adherencia a la atención de la diabetes sea un desafío. La falta de espacios seguros en la comunidad para hacer ejercicio físico o largas distancias hasta los centros de salud también se consideraron determinantes clave. Además se identificaron diferencias según género, los hombres priorizaban el trabajo por encima de las visitas médicas y mostraban un elevado consumo de alcohol y tabaco, mientras que las mujeres carecían en algunos casos de poder de decisión sobre su propio cuidado, priorizando el cuidado de otros.
En definitiva, la realidad en el cuidado de la diabetes en América Latina y el Caribe depende de factores que están fuera del control de los pacientes. Por lo que resulta relevante la aplicación de estrategias estructurales centradas en reforzar el acceso a los sistemas de salud y sus recursos, así como promover infraestructuras en la comunidad que promuevan una vida saludable.